08 septiembre, 2010

Me apetece besarte, besarte sin control. Morderte los labios, absorberte.
Quiero que me abraces, que me abraces tan fuerte… que mis huesos se quiebren como el gélido hielo al derretirse. Que no exista el control, que no pensemos en nada, que nuestros cuerpos oscilen como péndulos deseosos de encontrarse.
Cuando esto acabe, no hables, sólo acompáñame y corramos desnudos bajo la tenaz lluvia, coge mi mano y apriétala con todas tus fuerzas, llora conmigo para que nuestras lágrimas se pierdan bajo la humedad del día, entonces vuelve a mirarme a los ojos.
Ellos suelen hablar por nosotros.

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