26 febrero, 2012

Otro domingo de Febrero.

En abominables ocasiones  cuando uno de los dos flancos flaquea, la lucha por esto se segmenta y se quiebra en mil pedazos, todos ellos intactos, entonces las amenazas y las propuestas de ambos se reducen a la nada. Solo existen las lágrimas y los destellos tenebrosos en nuestra mente.

La fortaleza cae y le cede el puesto a la realidad, entonces las palabras lacerantes se clavan en nuestros oídos impidiéndonos oír el resto, separándonos de los sentidos, incluso del suelo.

Pero si algo es certero es que lo real siempre seguirá ahí, entristeciendo día tras día los rostros de aquellos que en otros tiempos fueron más felices, o alegrando el de aquellos a los que les toca ser. Es su turno. 
¿Es nuestro turno?

En otras ocasiones, cuando la debilidad nos invade, uno de los dos -el que no se cierne en una negativa rotunda ni en una ceguera tan absoluta que incluso resulta irrisoria- guía al otro, le recita al oído las palabras más cálidas y sofisticadas, las que solo ellos son dignos de paladear y de interpretar, como si cada una de ellas hubieran sido creadas para esos dos seres etéreos. Solitarios. Dementes.

Viajaban de la mano, aventados con su futuro a las espaldas. Lo que fueron quedará siempre, lo que serán todavía es un acertijo. Solo les empapa la ilusión de aquellos brillantes ojos que ni siquiera parpadean.



25 febrero, 2012

Café en mano.

Me alegras la noche, me alegra alegrártela, y a mí que me la alegres.

Primavera, ven ya.

Sé tú mi límite- José Ángel Valente.

Tu cuerpo puede
llenar mi vida,
como puede tu risa
volar el muro opaco de la tristeza.

Una sola palabra tuya quiebra
la ciega soledad en mil pedazos.
Si tu acercas tu boca inagotable
hasta la mía, bebo
sin cesar la raíz de mi propia existencia.

Pero tú ignoras cuánto
la cercanía de tu cuerpo
me hace vivir o cuánto
su distancia me aleja de mí mismo
me reduce a la sombra.

Tú estás, ligera y encendida,
como una antorcha ardiente
en la mitad del mundo.

No te alejes jamás.
                            Los hondos movimientos
de tu naturaleza son
mi sola ley.

                  Retenme.
Sé tú mi límite.
Y yo la imagen
de mí feliz, que tú me has dado.

Vicente Aleixandre

Duele la cicatriz de la luz,
duele en el suelo la misma sombra de los dientes,
duele todo,
hasta el zapato triste que se lo llevó el río.
Duelen las plumas del gallo,
de tantos colores
que la frente no sabe qué postura tomar
ante el rojo cruel del poniente.
Duele el alma amarilla o una avellana lenta,
la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua
y las lágrimas no se sentían más que al tacto.
Duele la avispa fraudulenta
que a veces bajo la tetilla izquierda
imita un corazón o un latido,
amarilla como el azufre no tocado
o las manos del muerto a quien queríamos.
Duele la habitación como la caja del pecho,
donde las palomas blancas como sangre
pasan bajo la piel sin pararse en los labios
a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas.
Duele el día, la noche,
duele el viento gemido,
duele la ira o espada seca,
aquello que se besa cuando es de noche.
Tristeza. Duele el candor, la ciencia,
el hierro, la cintura,
los límites y esos brazos abiertos, horizonte
como corona contra las sienes.
Duele el dolor. Te amo.
Duele, duele. Te amo.
Duele la tierra o uña,
espejo en que estas letras se reflejan.

05 febrero, 2012

Quiero que sepa sin embargo que todas las noches que he dormido a su lado, incluso las discusiones más inútiles, siempre fueron algo espléndido y esas difíciles palabras que siempre temí decir pueden decirse ahora: te amo.
Bukowski.

01 febrero, 2012

Sale el sol y da contra el cristal.

Si me diste la espalda,
justo cuando te necesité,
ahora no tiene importancia,
ahora existen mil demonios
ocupando tu lugar.
Que algunas cosas nunca cambian
y otras tienen que cambiar,
para hacernos sitio
que podamos respirar.

No siento en la vida nada más,
que estar hecho de un solo metal
y que tú estés hecha de tantos metales,
no lamento nada más,
que no poder estar contigo,
qué es donde querría estar
y ahora quiero
perderte y no encontrarte nunca más.

Sale el sol y da contra el cristal.
Y si no quebranta el vidrio
¿Qué coño va a quebrantar?

Si volvemos a vernos,
algún día por casualidad,
no podrás decir que yo no lo intenté, 
que me dejé la piel y la cabeza,
intentando resolver
el enigma 
que impide que te pueda comprender
que se interpone
entre nosotros como una pared.

Si nos vemos de nuevo…