13 agosto, 2011


Que no quiero que pienses que cualquier palabra que sale de mi boca es para herirte ni para dejarte en un estado de psicodélia, contigo no podría. Y sé que muchas veces aparecieron tus demonios del pasado intentando descolocarte o persuadirte, pero si algo veo con los días es que has querido cambiar partes de ti, justo aquellas que nos hicieron daño.
Todos nos equivocamos. Y aprendemos. Tú aprendiste, mucho.
Te cercioraste de que no podías seguir por ese camino, que no había ni mañana, algo placentero a corto plazo, habría que valorarlo. Yo pienso que nada más, que ni siquiera las cenizas, quizás el borroso recuerdo de algo que ni siquiera fue. Valoraste.
Y te confieso desde lo más profundo de mi, que aunque quizás suene egocéntrico, tuve la sensación en varias ocasiones de ser una especie de rayo luz en la vida de las personas de las que me he enamorado, es curioso, aparecía y sin preveerlo comenzaban las sonrisas más sinceras, los sentimientos más puros, las palabras que siempre quedarán marcadas, las lágrimas espontáneas, las esperanzas, las ilusiones y el “nunca hay final”, y es que aun al borde del precipicio supimos elegir.
Y no me cuesta sacar uñas y dientes como una leona si es para luchar por lo que quiero, si es por compartir mis sueños más deseados con la persona que se ha vuelto fundamental en mis días. Porque sé que ella lo haría por mí. Porque te voy a contar un secreto, “cuando se miran el mundo se para de repente”.
Si alguna vez estoy lejos no olvides todo lo que nos rodeó algún día.
Que siempre podrás abrazarme, lloraremos juntos y sonreiremos después, amor.

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