11 febrero, 2011

Decir poema, a veces es un silencio nuevo,
igual que el de la lluvia sobre un pecho cerrado.

Nunca entenderán mis alucinaciones,
los límites cambiantes de mis manos,
su miel extraviada, mi estela fabulosa,
las ansias de quedar siempre entre vosotros.

Decir poema, a veces, es una luz violenta.
Si acaso un pensamiento que aúlla entre lo ido:
la cima de una hoguera,
los besos no encontrados,
el borde de aquel que el hombre nunca ha visto.

Decir abismo, a veces, es un cometa muerto.
Quisiera abrir la noche y ver tu nombre dentro;
coser tu nombre a oscuras, tremendamente solo,
tus ojos de color de algunas olas quietas
y aquello que da voz a lo que fuiste.
Quisiera verte ahora, cubierta de palabras
y risas como eclipses.

Cuando el naufragio llega con su perpetua danza,
cuando la luz deshace sus postigos,
la noche viaja adentro de la noche,
se aleja en un trapecio de infinitos,
sin tiempo que pender, izando un triple llanto,
y todo ya es caricia, abrazo sin retorno.
Y todo se hace ausencia, o miel sin porvenir,
o sueño en extravío.

Decir te quiero, entonces, es un misterio en llamas
es un crimen perfecto.




Antonio Lucas.







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